Esta historia se le atribuye al gran violinista italiano Niccolò Paganini (1782-1840), uno de los violinistas más famosos de la historia y virtuosos de su tiempo. Niccolò Paganini, debido a su virtuosismo al tocar el violín, cosechó muchas leyendas a su alrededor, llegando a ser considerado un brujo, o que usaba técnicas sobrenaturales para crear esos sonidos con el violín. Esta historia narra uno de sus conciertos.
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El auditorio estaba repletó y sonó una gran ovación al entrar la orquesta y el director. Pero al aparecer Paganini, la ovación fue ensordecedora, tal expectación creaba. Paganini se coloca el violín y comienzan a escucharse bellos sonidos, breves y semibreves, corcheas y semicorcheas; los sonidos envuelven y encantan al público allí congregado. Repentinamente un sonido extraño interrumpe el silencio: una de las cuerdas del violín de Paganini se rompe. Tanto el director como la orquesta pararon de inmediato. Pero el violinista, a pesar del percance continúa arrancando los sonidos al instrumento. El maestro y la orquesta vuelven a tocar, y antes de que el público se sobreponga, otra cuerda del violín vuelve a romperse.
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Nuevamente la orquesta y el director paran de tocar, el rumor entre el público se acrecienta... pero Paganini no paró. Como si nada hubiese sucedido, él olvidó las dificultades y avanzó, sacando sonidos de lo imposible. El director y la orquesta, impresionados, vuelven a tocar. Pero el público no podía imaginar lo que estaba por acontecer: una tercera cuerda del violín se rompe. El director y la orquesta paran de tocar, angustiados y el público contiene la respiración: Paganini, continua, como un contorsionista musical, arrancando sonidos a la única cuerda del violín, y la orquesta y el director motivados ante la actitud del violinista, siguen tocando ante el delirio del público. Paganini alcanzó la gloria, su nombre se hace famoso a través de los tiempos, no sólo como violinista, sino como un profesional que continua adelante frente a las adversidades.
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Independientemente del problema que tengamos, sea de índole personal, profesional o incluso familiar, no todo está perdido. Aún tenemos, como en el violín, cuerdas para continuar ejerciendo nuestro talento. Siempre quedará una cuerda para apoyarnos en ella: el intentar seguir con nuestros proyectos e ilusiones, ser persistentes, dar el máximo de nosotros a pesar de las piedras del camino, cambiando a un nuevo enfoque para dar un paso más. Cuando todo parece ir en contra, démonos otra oportunidad y sigamos adelante, auto motivándonos, a nuestro cerebro, a la mano que toca el violín. Si los resultados no acompañan, es nuestra oportunidad de tocar esa última cuerda, con la creatividad para reinventarnos a nosotros mismos, dando el mejor resultado. La mejor cuerda con la que podemos tocar es la de: CREER EN NOSOTROS MISMOS.
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